Como ya lo señalé, en diciembre pasado fui invitado como ponente de un par de conferencias a un encuentro universitario al norte de la ciudad de México. Una de las charlas giró en torno al uso inequívoco del Branding como una herramienta poderosísima en la penetración de mercados y, no sólo eso, sino también en el posicionamiento certero de una marca en segmentos bien definidos de mercados.
Al momento de las preguntas, un empresario de la zona se levantó y me hizo el planteamiento inicial del este post. Mi respuesta fue meditada con detenimiento para decirle que, en efecto las empresas mexicanas entrarán en un proceso de depuración donde aquellas corporaciones que sean capaces de flexibilizarse y de moverse acordes a las tendencias no sólo de las exigencias de sus consumidores, sino también de la dinámica de los negocios, serán las que permanezcan en el futuro.
El punto es que el branding no sólo es la aplicación impecable de la imagen en los diversos medios de contacto de la marca con sus consumidores. Esta herramienta bien ejecutada, es el mecanismo a través del cuál los clientes hacen un vínculo emocional con la marca y el lazo es prácticamente indisoluble. El eje rector de ello es la propuesta de vida que la marca pueda llegar a hacer hacia su segmento. La tendencia es que la segmentación ahora, sea más plural. Menos restrictiva, más de pertenencias que de preferencias.
Para lograr lo anterior, no puede únicamente utilizarse el olfato de los directivos o dueños de las empresas. Siempre he reconocido que los clientes saben a la perfección su negocio, de ahí la enorme importancia del trabajo conjunto con ellos y nosotros como especialistas. Sin embargo no saben de penetración de mercados y el asunto debe ir más allá.
¿Hasta dónde? Hasta los límites donde se reconocen e identifican a la perfección los códigos culturales del consumo de los clientes. Es decir, los elementos más profundos que hacen activar la decisión de compra hacia un objeto de marca X y dejar de lado la marca Y.
En mis 20 años de trayectoria, todavía no conozco a un empresario que con el mismo tiempo de experiencia en su negocio, pueda darme ese código de cultura que hace que sus clientes decidan por ellos y no por la competencia.
Es muy simple, los códigos culturales sólo existen en los usuarios. No hemos podido diseñar una utilería que nos lo proporcione de facto, para trasladarlo a una estrategia de marketing que incluya una propuesta clara y aceptable por los usuarios.
No es así, la investigación cualitativa es el personaje central de este cuento. Y sólo por medio de ella es como construiremos una estrategia de branding de niveles competitivos en mercados híper ofertados. A final de cuentas, los consumidores están dispuestos a hacer esto que verás.
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